Este 10 de julio se cumplieron 190 años de la muerte del caudillo entrerriano Francisco Pancho Ramírez. El diputado nacional Lisandro Viale presentó un proyecto para rendirle homenaje, que fue acompañado por el candidato a Gobernador por el FPCyS, Atilio Benedetti y el diputado Jorge Chemes (UCR).
Francisco Ramírez fue tal vez, la muerte más emblemática de los hombres públicos entrerrianos; rodeado de un manto de romanticismo por arriesgar su vida, su fortuna, y su poder por el amor al prójimo y por la mujer amada. Pero Ramírez fue mucho más que el personaje que rescataron trovadores de todas las épocas. Su carrera política y militar -casi una misma cosa en aquella década revolucionaria posterior a mayo- dejó grabada a fuego la historia de la provincia de Entre Ríos, y del litoral argentino-oriental. Nacido el 13 de marzo de 1786 en Concepción del Uruguay, también conocida como Villa del Arroyo de la China. Hijo de Juan Gregorio, paraguayo y de doña Tadea Jordán, fue registrado en el libro de bautismo como Josef Francisco.
Producida la Revolución de Mayo actuó como chasqui entre las dos costas entrerrianas, como nexo entre José Rondeau y Miguel Díaz Vélez, comandante militar de Entre Ríos. Si bien no se conoce demasiado acerca de su actuación hasta mediados de la década, Benigno Teijeiro Martínez lo vincula a la conspiración artiguista en Casablanca en febrero de 1811, junto a su hermanastro Ricardo López Jordán y a Vicente Zapata, donde junto al cura Silveiro Martínez habrían sido arrestados y trasladados a Montevideo. En 1815, como alcalde de su ciudad, junto a su hermano Ricardo se vincula al jefe oriental. Será ese año, el 29 de junio cuando en Concepción del Uruguay se reúnen los diputados de las provincias de la Liga de los Pueblos Libres en el Congreso de Oriente para declarar la Independencia Nacional.
No se han hallado las actas de este encuentro, pero es indudable que Francisco Ramírez adhería completamente a la causa del caudillo oriental, quien un año después lo nombra comandante general de Entre Ríos.
Durante 1817 Artigas se ocupa de la defensa de su provincia ante la invasión portuguesa, que contaba con el visto bueno de Buenos Aires y del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Fue ésta una de las acciones más infames del centralismo portuario, que no sólo entregaba una provincia a un imperio, sino que colabora en debilitar a los caudillos enviando al general Marcos Balcarce a Entre Ríos y comprando a los jefes artiguistas entrerrianos. Es entonces cuando aflora el genio militar de Francisco Ramírez, para derrotar con sus montoneros a Samaniego y Correa reforzados por Montes de Oca en el arroyo Ceballos y luego a Hereñú junto a Balcarce en Saucesito. Fue la última invasión porteña a Entre Ríos en la época de Ramírez, y su consolidación como líder provincial de las fuerzas federales, terminando con las avanzadas directoriales sobre el litoral y la Banda Oriental.
La caída de Pueyrredón y su reemplazo por Rondeau trajo consigo la esperanza de paz para los federales. Prontamente se desengañaban. Ramírez, como lugarteniente del Protector, asumió la jefatura de un ejército federal integrado por su ejército y el de Estanislao López, junto a los guaraníes misioneros y los mocovíes del Chaco.
Será luego de la extraordinaria y fugaz batalla en la cañada de Cepeda, el 1º de febrero de 1820, cuando Ramírez y López entrarán a la gran ciudad, atarán sus caballos a las verjas de la pirámide de Mayo y exigirán, como representantes del interior sentarse de igual a igual con la altiva Buenos Aires en la organización nacional.
El tratado de Pilar es la consecuencia. Se abre con él la posibilidad de organizar el país bajo el sistema federal. Este Tratado significó para Artigas una bofetada al liderazgo que hasta entonces tenía. Vendría entonces la Batalla de las Tunas, batalla donde Francisco Ramírez derrotó a Artigas y lo persiguió hasta expulsarlo hacia Paraguay. Vencido Artigas, Ramírez queda como dueño absoluto de la situación. No deja de lado el proyecto federal, sino que entiende que es su hora. Es la ruptura total con el Protector de los Pueblos Libres. Crea entonces, en setiembre de 1820, la República de Entre Ríos junto a Corrientes y Misiones. Adopta definitivamente la bandera federal y dicta un “Reglamento para el Orden de sus Departamentos de la República Entrerriana y para el Orden Militar”.
Sanciona sendos reglamentos para el orden militar, político, económico y la recaudación de impuestos, eliminando los derechos de importación. Prohíbe la matanza de ganado cimarrón promoviendo la cría en estancias, la agricultura y la plantación de frutales. Divide el territorio en departamentos gobernados por comandantes elegidos por el pueblo, con facultades civiles y militares. Establece un régimen de administración de justicia, un servicio de correos, ordena la realización de un censo y decreta la obligatoriedad de la enseñanza, incluyendo la alfabetización y la aritmética, hasta "saber leer, escribir y contar". Estructura las bases de una administración pública que perdurará durante varias décadas. Este es el logro más importante de Francisco Ramírez.
Luego, cuando Buenos Aires desconozca lo firmado, acometerá nuevamente contra Buenos Aires. Sobrevendrá el cruce del Paraná, la traición de Lucio Mansilla, los triunfos iniciales y la derrota en Coronda, la separación con el patriota chileno Carrera, la huida por territorio cordobés para tomar hacia el norte y cruzar por el chaco santafesino hacia la Mesopotamia. El final llegará el 10 de julio de 1821, cerca del Río Seco una partida de López le da alcance. La muerte de Ramírez, inútil como todas las muertes políticas, a manos de federales, aquietó los vaivenes políticos pero no eliminó las causas verdaderas de la gran contradicción nacional del momento: interior o Buenos Aires, federalismo o unitarismo. La provincia de Entre Ríos entró en una relativa calma, sometida al centralismo hasta desembocar en una anarquía completa. Los unitarios con Rivadavia al frente no podían comprender el gran mosaico nacional que significaban las distintas regiones de nuestro país y permitieron la desintegración del mismo.
“Por eso, honrar a Pancho Ramírez, más allá de accionar equivocado frente al artiguismo, es sostener las banderas del federalismo, abarcativas de la igualdad y la unidad nacional para todos los argentinos, tarea inconclusa aún hoy” expresó Viale.
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