Como en el caso de Arroz SA, la comunidad frenó un intento inconsulto y arbitrario de un Gobierno que desprecia la institucionalidad. Sería mejor dialogar antes para no tener que hacer estos papelones después.
Por Lisandro Viale (Dip. Provincial y Presidente del Partido Socialista
de Entre Ríos)
Arturo Jauretche
narraba una anécdota de Manuel Ortiz Pereyra, en que a los chacareros en un
pueblo bonaerense un almacenero italiano les anotaba en su libreta, entre otros
artículos comprados, la venta de tantos pesos en concepto de «Persicola». Uno
de ellos preguntó a Ortiz Pereyra, al cabo de años de pagar la Persicola, qué
producto podía ser ése, ya que él no tomaba gaseosa. El abogado averiguó y ante
su asombro el comerciante dijo: «–Ma, eso va per si cola. Si non cola, no va».
El
gobernador Urribarri parece decidido a seguir ejerciendo el poder de ese modo: “per
si cola”. Así intentó concretar un negociado escandaloso con las islas
entrerrianas en el proyecto conocido como Arroz S.A., aprobado entre gallos y
medianoche y luego, ante el masivo rechazo social, retirado por el propio
Urribarri. Ahora, apremiado por una cuestión de fondos y, al mismo tiempo,
decidido a sacarse de encima lo que no puede manejar, quiso avanzar en una
forzada e inconsulta “nacionalización” de la Uader. Al igual que con el
proyecto del Delta, fue el contundente rechazo de la comunidad lo que terminó
frenándolo.
Cualquier debate
serio acerca de la nacionalización de la Uader requiere, en primer término, que
se concluya su dificultoso y excesivamente largo proceso de normalización,
obstaculizado por el Estado Provincial en violación del artículo 269 de la
Constitución Provincial que le ordena garantizar su autarquía. Una vez que la Uader
defina sus órganos de gobierno, elija sus autoridades y haya fortalecido su
institucionalidad; podría ser tiempo de discutir qué universidad queremos o,
mejor dicho, qué universidad quieren los diferentes claustros.
Este no es
un tema menor, las más recientes nacionalizaciones de universidades
provinciales se dieron mediante profundo debate en la comunidad educativa
afectada en cada caso. Entonces nos preguntamos, ¿por qué ese avance
inconsulto? ¿Y qué fundamentos tenía el planteo defendido por el Estado
provincial? La respuesta es obvia y fue expresada por el propio Urribarri: se
limita a una cuestión presupuestaria.
Actualmente,
según el propio gobernador, la Uader implica para el Estado Provincial una
inversión de 350 millones de pesos anuales, una caja demasiado grande que evidentemente
el oficialismo no está dispuesto a financiar en tanto no pueda digitarla, como
hasta ahora ha venido haciendo, a través de su Rector Interventor.
Ante esta
situación vemos una paradoja que no hace más que evidenciar las prioridades del
gobierno provincial y su concepto de federalismo. El Ejecutivo eligió resignar
la Universidad Autónoma (o posibilitar su desguace) en vez de reclamar los
recursos devenidos del 15% de coparticipación que genuinamente le pertenecen a
nuestra provincia y que el gobierno nacional adeuda desde diciembre de 2008.
No nos
engañemos, la movilización frenó el intento, pero el problema no ha sido
solucionado. Por otro lado, una vez más, queda en evidencia el desprecio del
oficialismo hacia las instituciones democráticas: no sólo en lo inconsulto del
proyecto, sino también con esta vuelta atrás y el penoso papel de los
legisladores nacionales como delegados desautorizados por su mandador. Anteriormente,
con el escándalo de las tierras fiscales del Delta, fueron los diputados y
senadores provinciales del oficialismo quienes se prestaron a resignar su
independencia como integrantes del Poder Legislativo, justificando
incondicionalmente lo que dicte el Poder Ejecutivo.
¿No será
hora de que el oficialismo entrerriano entienda que, como metodología de
construcción social, es preferible el diálogo y el consenso por sobre la típica
“viveza criolla”?
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